Un viaje inconsciente
Era tarde y el reflejo de las luces de los autos en el
espejo retrovisor me dañaban la vista. Miré el reloj por quinta vez en el
último minuto. Las 11:07 pm. Ya faltaban solo dos horas para llegar a casa.
Seguro que Carmen, mi vecina, se había olvidado otra vez de darle de comer al
perro. Pobre Jack, siempre se pone triste cuando lo dejo. La próxima vez lo
llevo al cuidadero de perros como había decidido antes de que Carmen vuelva a convencerme
de lo contrario.
La radio enganchó estática una vez más, así que cambié la
emisora por un rato. Que oscura se pone la ruta a en estas épocas del año.
Tengo que hablar con mi jefe sobre estos viajes. La última conferencia de
Mendoza, por lo menos, me había pagado el avión para que no maneje. Parece que
la crisis fue afectando a todos.
Ahí fue donde lo conocí. Julián. Es arquitecto, no diseñador
como yo. Tiene su propio estudio y disfruta de conferencias sobre nuevas
tecnologías de diseño. Nos encontramos en el aeropuerto, esperando un taxi. Él
estaba antes que yo en la fila, pero al ver mi identificación del congreso se
ofreció para compartirlo.
Le conté que vivía en Córdoba, a las afueras de la ciudad
con mi perro y mi prima Francesca que estaba estudiando medicina. Él me dijo
que hacía dos años abrió el estudio con su hermano. Que él se encargaba de los
diseños, de la parte artística, y su hermano del negocio y lo administrativo.
En la charla del congreso, nos sentamos separados, y volví a
verlo en la cena. Se acercó con dos vasos de cerveza y hablamos hasta el final
del evento. Me acompañó a i habitación y se fue. Al día siguiente no nos
despegamos. Intercambiamos teléfonos, y a la noche me llego un mensaje suyo:
"Qué lindo conocerte. Tengo muchas ganas de verte"
Antes de responderle, me cambié, me pinté y me peiné:
"En cinco minutos nos vemos en la puerta del
hotel"
Cuando bajé, él ya estaba esperándome. Sonrió al verme: -
Que linda que estas-
Cenamos en un restaurant recomendado por el supervisor del
hotel y volvimos juntos a su habitación. Desperté desnuda entre sus brazos. Me
dijo "buen día" mientras recorría sus dedos por mi espalda.
La bocina de un camión me trajo a la realidad. Sin darme
cuenta se me había ido el auto al otro carril. Probablemente me quedé dormida. Julián
estaba en plena obra y no había podido venir al congreso. Volví a mirar el
reloj. Las 12:15 am. Ya faltaba menos de una hora para llegar a casa. Mañana
tenía que presentarme en una sesión de fotos de nuestro nuevo diseño. Era un
paso muy importante. Mi jefe me había pedido que comparta mis ideas y supervise
el evento.
Sonó mi celular. Era un mensaje de Julián:
"¿Cómo va ese viaje? Ya te extraño. Avísame cuando
llegues si podes. Mañana llego a la tarde para que soplemos tus 26 velitas
juntos. Qué lindo haberte encontrado. Cuidate."
Después de leerlo, no pude evitar sonreírme.
Cuando terminó ese congreso, Julián volvió a Buenos Aires.
Una semana después me mandó un mensaje. Estaba en la zona y quería verme. Nos
encontramos en un café y terminamos cenando juntos. Cuando llegamos a mi casa,
Jack no paró de ladrar. Nos fuimos directo a la habitación donde retomamos la
noche la mágica de aquel primer encuentro. Me confesó que no podía dejar de
pensar en mí. Me besó, intensa y profundamente, tratando de transmitir lo que
su corazón quería. Deje que el mío haga lo mismo.
Esta vez, fueron dos luces cegadoras y la fuerte bocina de
una camioneta que venía en dirección opuesta. Giré el volante y perdí el
control del auto, El chirrido de las ruedas aturdió mis oídos. Intente
estabilizarla sin éxito. Giraba sin piedad en dirección al acantilado. Volví a
mirar el reloj. Las 12:43 am. Me hubieran faltado veinte minutos para llegar a
casa.
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