Realidad
Hay
algo que nos delata esa fantasía que intentamos mantener. Podemos sentirlo en
el cuerpo, amenazando con pinchar ese mundo que creamos y del cual preferimos
no escapar. Por lo menos, eso me paso a mí…
Empezó
con una pequeña molestia en el estómago. Simplemente había momentos en los
cuales tenía que inspirar profundamente porque me daba cuenta que no estaba
respirando. Que solo mantenía un leve flujo del aire suficiente para
sobrevivir. Podía ver como en mi mente se encendía una pequeña luz roja
titilante a los lejos.
A
medida que pasaba el tiempo, mi cuerpo aumentaba las señales. Me temblaban las
manos, me dolían las piernas, y mi cerebro no dejaba de mandarle agudos
pinchados a nuestro órgano vital que llamamos corazón. Por el cual reconocemos
nuestros sentimientos.
Fui
observando cómo cada día necesitaba luchar con más fuerza a estas señales. Cada
día tenía que asegurarme más y más que aquello era real. Pero hasta un ciego podría
ver lo equivocada que estaba.
Poco
a poco las señales fueron aumentando, hasta que ya no fui capaz de ignorarlas. Agotada
y derrotada, decidí escuchar a mis sabios instintos y a mi cuerpo cansado de
advertirme contra mi hermosa fantasía. Y tenían razón. Todo estaba ahí. Rodeada
de evidencias, quede sin más opciones que rendirme hacia ella. Por fin, la
realidad me había alcanzado, había triunfado, dejándome desamparada.
No
pude evitar desilusionarme, pero por más difícil y doloroso que sea tengo que
aceptarlo. Que ingenua. Que egoísta el destino que lo puso en mi camino. Tenía
tantas ganas de creerlo, tantas ambiciones, tantos sueños. Pero hoy, observando
la realidad, me despido de aquel sueño. Poco a poco reagruparé mis fuerzas para
ir en busca de otro…
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